Sierra Nevada. Siete Lagunas y Alcazaba (22/jun/2013)

La habitual excursión de fin de curso a Sierra Nevada de este año se planteó alrededor de Capileira. Allí dormiríamos (Apartamentos Capileira). Los apartamentos no estuvieron ni bien ni mal, sino todo lo contrario, tenían lo suficiente para dormir bien un par de noches y como apenas estuvimos más tiempo en ellos, no echamos de menos ninguna comodidad. El sábado, a las 9, tras desayunar, subiríamos en el autobús hasta el Alto del Chorrillo, desde allí caminaríamos hasta Siete Lagunas - Alcazaba, o Mulhacén y vuelta a Capileira en el autobús a las 17 horas, por lo que los que subieran a la Alcazaba tendrían que ir ligeros. Para el domingo se planteó una excursión menor: Capileira - Cebadilla - Abuchite - Capileira, con posibilidad de ampliarla hasta Bubión; o Capileira - Capileirilla - Pitres; o cualquier otra de nivel similar.

Llegamos el viernes por la tarde noche y cenamos todos juntos, celebrando el reencuentro con nuestros amigos de Granada. Hasta ahí todo bien, pero el sábado por la mañana nos encontramos con una sorpresa desagradable: la empresa que gestiona el autobús hasta el Alto del Chorrillo había cambiado el horario del autobús sin dar explicaciones ni comunicárnolos de ninguna manera, así que en vez de las nueve salía a las ocho y media y en vez de volver a las cinco y media volvía a las cinco menos cuarto. Que tuviéramos que terminar el desayuno como pollos y correr a los apartamentos a por las mochilas no era el inconveniente principal, sino que el adelanto de la hora de vuelta hacía más difícil llegar hasta la Alcazaba y volver a tiempo a coger el autobús.
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Con los planes ya trastocados, Marcelo y Teresa subieron en el coche del primero hasta la Hoya del Portillo a dejar el coche en el aparcamiento, por si resultaba útil a la vuelta. El resto nos montamos en el autobús, recogimos a Marcelo y Teresa en el camino y continuamos en el autobús hasta el Alto del Chorrillo. Allí empezamos el camino hasta Siete Lagunas, por el serpenteante camino que lleva hasta la cima de Mulhacén, flanqueados por el este por el barranco del Trevélez y por el oeste por la cuerda del Veleta. Algunos empezaron a cortar entre las curvas del camino y se saltaron las indicaciones del desvío a Siete Lagunas, por lo que unos fuimos por el camino más corto (por el que había un par de neveros enormes que tuvimos que cruzar) y otros dieron un rodeo y aparecieron por lo alto de la Cuerda del Resuello. Finalmente, nos reunimos arriba de la Laguna Hondera y bajamos hasta ella. Como no podía ser de otra forma, Siete Lagunas estaba espectacular: verdisima en la parte de abajo, alrededor de la Laguna Hondera y las Chorreras Negras y con un montón de nieve por la parte superior, con la mayoría de las lagunas heladas.

Al pie de la Laguna Hondera estuvimos discutiendo sobre qué hacer, continuar hasta la Alcazaba significaba con toda seguridad no llegar a tiempo al autobús de vuelta y una buena caminata hasta volver hasta el coche de Marcelo. La conclusión fue hacer dos grupos: el más numeroso se quedaría en la zona de Siete Lagunas y subiría por la ladera hasta que les apeteciera y los otros seguiríamos hasta la cima de la Alcazaba y ya tendríamos tiempo de arrepentirnos cundo volviéramos.

Así, Arturo, Teresa, Lola, Marcelo y su seguro servidor iniciamos el camino hacia la Alcazaba. Como había tanta nieve tuvimos que dar un rodeo, circunvalamos el Peñón del Globo por el este hasta llegar a la cuerda que conecta la parte alta de Siete Lagunas con la cima de la Alcazaba. Muchos neveros por el camino, que suponían un esfuerzo extra y un riesgo por el que teníamos que extremar el cuidado al cruzarlos. Teresa y Lola no quisieron llegar hasta la cima y se quedaron en el otro extremo de la cuerda, junto al Puntal de Siete Lagunas, encima de Siete Lagunas. Tras volver de la cima de la Alcazaba, nos reunimos con Lola y Teresa y decidimos bajar a Siete Lagunas directamente, bajando por la pared que hay desde el Puntal de Siete Lagunas hasta el valle. El camino era muy vertical, literalmente de vértigo, pero suficientemente seguro como para que no fuera una temeridad lo que estábamos haciendo.

Una vez abajo, nos acercamos a ver algunas de las lagunas, que estaban heladas en su mayoría, como he referido antes, y volvimos hacia la Laguna Hondera, donde había mucha gente, algunos con tiendas de campaña dispuestos a pernoctar allí. El inicio del camino de vuelta fue por donde el mismo sitio, cruzando otra vez por los mismos neveros hasta llegar a las indicaciones que marcan la separación entre el camino al Mulhacén y el camino a Siete Lagunas. En ese momento no teníamos claro cuál iba a ser el camino de vuelta. Por un lado, Marcelo tenía grabado en el GPS una ruta que iba por la acequia baja hasta Capileria, y por otro lado, Marcelo había hecho otro recorrido similar que iba inicialmente por la acequia alta y después bajaba a la baja para llegar al pueblo, pero no recordaba exáctamente dónde había que salir de una acequia a la otra. Mirando el mapa, Arturo vio que la acequia alta cruzaba el camino de subida del autobús muy cerca de donce Marcelo había aparcado el coche, por lo que decidimos escoger esa alternativa, que era más corta y evitaba que Marcelo tuviera que subir después por el coche.

Así que a partir de ese momento el objetivo era llegar a la acequia alta, y Marcelo y Arturo decidieron que lo íbamos a hacer por el camino más corto. Para que los distinguidos lectores de este humilde blog se puedan hacer una idea, seguimos el mismo camino que habría hecho un barril si lo hubieran tirado en dirección a la acequia. Fue duro, una bajada de casi 3 km con un desnivel de más de 700m, de casi los 3000m hasta los 2200m, a un ritmo muy vivo, y teniendo que cruzar una bendita turbera. Llegamos a la acequia, unos más muertos que vivos y empezamos a andar junto a ella. Hay que resaltar la magnífica obra de ingeniería que es, y la precisión que tiene, apenas pierde 100m de altura en los 6 km que anduvimos junto a ella. Por supuesto, Arturo se dio un baño para el que los demás declinamos la invitación (el agua estaba helada y temíamos que se nos hiciera de noche). Durante el camino estuvimos tentados de bajar a la otra acequia, incluso Arturo le preguntó a un cabrero por la posibilidad, pero mantuvimos el plan inicial de seguir por la acequia alta hasta el camino. Llegamos al camino cuando el sol acababa de ponerse y salía una hermosa luna llena por el horizonte en frente de nosotros y Marcelo subió el kilómetro que nos separaba del aparcamiento a por el coche, nos recogió y nos llevó al pueblo, donde fuimos felices, nos dimos una buena cena y nos tomamos una merecida copa antes de retirarnos a descansar para el siguiente día.

Estas son las fotos de la excursión.

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